domingo, 24 de diciembre de 2017

El árbol de Navidad


El árbol de Navidad.

El sonido del timbre atraviesa el denso olor a pavo de la cocina sin detenerse, y estalla cerca de la ventana abierta donde Teresa fuma. Gira la cabeza en dirección a la puerta y escupiendo el humo de la boca ahoga el cigarro en el cenicero lleno.

Caminando hacia la puerta se agacha un momento para comprobar que el pavo sigue dorándose en el horno a la velocidad adecuada. Pavo al horno con cebolla, el plato que cada Navidad se esfuerza en cocinar para mantener viva la tradición.

El timbre vuelve a sonar.

-¡Ya va!

Sale de la cocina y abre la puerta de su piso, aun con la manopla de cocinar enguantando su mano, y el olor del cigarrillo en su pelo. Lo primero en aparecer es la sonrisa de Jorge, y a medida que la hoja se desplaza el resto de su persona va formándose como un puzle de piezas muy bien abrigadas.

-Feliz Navidad.- Dice sin perder la sonrisa. Se dan un profundo abrazo en el portal, antes de que Teresa se haga a un lado para dejarle entrar.

-Veo que sigues fumando.

-Este año lo dejo.

- Como todos los años…- Jorge ríe.- He traído vino.

- Tráelo a la cocina.- Teresa grita desde allí, donde ya ha echado otro rápido vistazo al pollo y se ha encendido otro cigarro. El olor a tabaco llega hasta Jorge en el momento en que deja el vino sobre la encimera de madera.

- ¿Y qué tal te va todo, Tere?

- Bastante bien.- Teresa responde sin quitarse el cigarrillo de la boca, mientras ocupa sus manos haciéndose una coleta.- Conseguí un par de días de vacaciones extras en la oficina, el último artículo que hice fue todo un éxito.- Termina de ajustarse el coletero y se quita el cigarro de entre los labios con una sonrisa.- ¿Y tú que tal con tu chico nuevo?

- Nos va genial. Para mí que este es el definiti…-El timbre resuena otra vez por la cocina, y una exasperada Teresa vuelve a aplastar el pobre pitillo contra el rebosante cenicero.

- Será tu hermana…Oye pues el año que viene podrías traértelo, ¿no?

Teresa vuelve a abrir la puerta, y las ramas de plástico de un abeto se cuelan en el pequeño recibidor haciéndola retroceder de un salto. Los peludos tetáculos verdes prosiguen su avance sobre la alfombra, derribando de las paredes un par de cuadros.

La cara de Marta emerge de entre la maleza como una sonriente zarigüella.

-¡Mirad qué he traído!

Jorge aparece en el umbral de la puerta dela cocina con los ojos muy abiertos.

-Ay dios...ese no es…?



-¡Siii! ¿Os acordáis de él? Lo encontré ayer en el trastero de casa de papá, estaba buscando el taladro para colgar un cuadro en mi baño cuando lo vi en una esquina. ¿Os acordáis de lo bien que nos lo pasábamos correteando a su alrededor? Y encontrar cada mañana de navidad los regalos debajo…¡Era genia..!

-No quiero esa mierda en mi casa.- Teresa la interrumpe.

 La sonrisa de Marta se congela, perdida en el espacio entre una palabra y la siguiente. Jorge aparta la mirada del cuerpo rígido de Teresa. Ella aprieta los labios y permanece quieta y en tensión, apretando el aire en sus puños cerrados.

Marta y Jorge intercambian miradas sin saber muy bien qué hacer, y el árbol pesa en los brazos de la más pequeña de los hermanos.

-Déjalo contra la pared.- Teresa murmura mientras vuelve a dirigirse a la cocina, el olor a pavo lo inunda todo. Se enciende otro cigarrillo con fruición y da una larga calada antes de retirarlo de sus labios. Desde la ventana puede oír cómo Marta y Jorge colocan el viejo árbol contra la pared del recibidor. Unos instantes después su hermano ocupa el hueco a su lado y le roba un cigarrillo.

-¿Tú no habías dejado de fumar?

- Sí.- Da una larga calada.- Te has pasado con Marta. Sabes que lo ha traído con toda su buena intención.

-Me da igual. No lo quiero en mi salón. No quiero ni verlo.- Teresa respira el humo con furia.-Paso de ese árbol.

-De pequeña te encantaba.

-¡Que me da igual Jorge! ¡Que he estado ya muchos años muy bien sin el árbol y sin tu padre y no los necesito ahora ni a uno ni a otro!

Jorge permanece en silencio, apurando su cigarrillo. Afuera de la ventana sólo se ve la oscuridad del patio del edificio, pero el recorte del cielo está plagado de estrellas.

-Yo también le echo de menos.

Teresa no le mira. Deja a su cigarrillo morir en el repleto cenicero, y se cruza de brazos bajo su jersey azul.

-Sé que aunque llevarais mal mucho tiempo no por eso habíais dejado de quereros. Al menos estoy seguro de que él seguía pensando en ti. También sé que te dolió no poder estar ahí, ni poder decirle nada de despedida. A nosotros también nos pilló de sorpresa…Ya sabes cómo era…Tan orgulloso que no nos dijo ni que se moría. Quizá esperara aguantar hasta Navidad, y así habría tenido una excusa para llamarte. No lo sé. Pero apartar de tu vida todo lo relacionado con él, incluidos tus hermanos, no es la manera de superarlo.

Teresa clava los ojos en las baldosas del suelo. No se mueve. Jorge aguarda. Poco a poco un temblor nace de sus manos y recorre su piel hasta llegar a los labios. No llora. Teresa, la mayor de los tres hermanos nunca llora.

Jorge la abraza con cariño y en silencio, comprimiendo sus infancias en un único y simple momento representativo, en un perfecto abrazo que huele a pavo y a tabaco.

 -El pavo se ha quemado.- Marta los mira con carita asustada, esperando otro vendaval de su hermana. Teresa ríe y se frota los ojos con la manga de su jersey.

-Pues como todos los años...Anda, vamos a poner el árbol.




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